Frecuentemente los niños demuestran que son muy inteligentes, tener sabiduría que puede sorprendernos por su profundidad. Pero eso ¿quiere decir que puedan manejar sus vidas o que tengan la madurez para tomar decisiones importantes? Hablaremos de cómo los padres, maestros y tutores somos guìas para que lleguen a la edad adulta con fortalezas, utilizando su inteligencia con valores suficientes, entre otras cosas importantes que se requieren para llevar una vida adulta con plenitud.
Pero ¿cómo se obtiene la madurez?
El resultado de la madurez es la experiencia, es decir, asociar causa y efecto y poder recordarlo, pero el niño no tiene la capacidad todavía para hacer estas asociaciones, por lo que un niño que no ha vivido cierta experiencia, no se espera que sepa cómo actuar sobre eso.
Madurez implica también tener visión hacia el futuro, comprender cómo algo afectará el día de mañana lo que se hace en este momento.
Tomar estas cuestiones en cuenta permite conocer la importancia de las experiencias para tener aprendizajes significativos.
Exponerlo a una buena toma de decisiones desde pequeño, aunque siga siendo un pensamiento muy concreto, puede ayudar a posteriormente adquirir las asociaciones necesarias para evaluar correcto e incorrecto, mejorar sus habilidades sociales, experimentar en su entorno para ver lo que le conviene según su objetivo (de juego, de trabajo, etc), entre otras cosas. Esto lo llevará hacia un adulto más independiente, buscando desarrollar la confianza para enfrentar las distintas situaciones que se presenten y continuar trabajando en su mejora personal.